Blanco y negro

Olvida todo lo que sabes. Los griegos y los romanos  te engañaron. Te mintieron. Sin que me quede nada por dentro, te aseguro, que las Moiras, las Parcas o como prefieras llamarlas no son tres hermanas viejas, esquizofrénicas, vírgenes y amargadas. Nada de eso.  Antes tal vez, pero ahora ¿a quién se le ocurre hilar en una rueca? (la tía Gertrudis no cuenta) ¿Quién quiere medir con una vara en plena era de la precisión láser? Por favor.

Olvídate de las tijeras y del hilo. El destino tiene forma de silbato y de pie y viene calzado en un taco y a mí, me trata a las patadas. Aunque a veces me da cabezazos, rodillazos y, ¡hasta con la mano!

Sí, mi vida es difícil. Como dice tu hermana: ¡Oh, es difícil ser yo! Pero no estoy aquí para lamentaciones; las mariconadas se las dejo al tutú de ballet y a los suspensorios. Pobres. Me compadezco de estos últimos porque estar pegado todo el tiempo al escroto de alguien más, sí que debe ser una actividad extrema. ¡Jum! y las pelotas de pingpong y los sacos de boxeo se quejan. ¡Qué desagradecidos!

A mí que me pateen pero de oler bolas ajenas no quiero saber nada.

Hablando de pelotas. Yo también soy redondo. ¡Soy un gordito! un gordito bien cotizado. ¿Te fijas que millones corren detrás de mí para meterme mano? bueno, sí, patadas. Pero me persiguen.

Robert Pattinson, maricón: Muérete de envidia.

Envidia deberían sentir de mí hasta los psicoanalistas, porque patearme (o ver a otros haciéndolo) es la mejor terapia.

A diferencia, de la mayoría de los cuerpos esféricos (claro, con contadas excepciones) yo soy aerodinámico. No es por nada, pero puedo rodar rápido (a veces a más de 100 km/h) y, a diferencia de muchos (objetos inanimados y seres vivos) ¡puedo moverme a voluntad!, cambiar mi trayectoria unos centímetros y ser la pesadilla de los arqueros y la delicia de la gradas.

Así es conmigo o me aprecias o me odias. Nada a mitad de camino porque me encantan los altos contrastes; de hecho, soy blanco y negro. Sí, suena pedante pero soy como el yin y el yang. Parezco un rompecabezas del diagrama de taiji desordenado. Como mis orígenes.

A todas estas, no sé a ciencia cierta de dónde soy porque mis antepasados llegaron desde distintos lugares y, como la familia creció rápido, nos extendimos como la plaga. Pero donde esta uno de los míos estoy yo. Y tengo parientes en todos lados. Por eso estoy en todas partes.

Bien sea que entrene en los campos de grama artificial aclimatados de la realeza o, que haga jugadas vistosas que parecen de mentira en el polvo de un terreno baldío, mi misión siempre será la misma: arrancar sonrisas.

Yo, soy de caucho pero tengo primos que son de papel, trapos y hasta de cáscaras de coco. Así ―aunque parezca increíble― cumplen con su cometido cuando los más chiquillos, sudorosos y descalzos sonríen con cada comba, con cada chilena. Pero no es justo. Hay mucha diferencia entre correr en el césped con tacos y correr sobre la tierra o el asfalto ¡descalzo!, y con un sol redondo ardiendo allí arriba. Esa es la clase de contraste que no me hace feliz.

Cuando todos puedan patearme calzados, y en mejores condiciones tú y los tuyos habrán anotado un gol digno de comentarse por siglos.

Te dejo. Vuelve a las gradas. Ya va a empezar el segundo tiempo.