La intensidad del conflicto by Kaesaru, literature
Literature
La intensidad del conflicto
Manejaba a media marcha porque Marta, en el asiento de pasajero se practicaba lo que a mí parecer era una cirugía ocular riesgosa, valiéndose apenas de un espejo polvera y un lápiz con punta mellada. Y porque además, yo no quería llegar tan pronto a nuestro destino.
Íbamos camino a la inauguración de una especie de galería de arte (discurso, brindis y subasta incluidos) lo que equivalía a varias horas del más selecto aburrimiento. Motivo suficiente para querer retrasar el viaje.
Si no hubiese sido por el detalle del lápiz moviéndose tan cerca de aquella córnea, yo mismo h
La puerta sonó como si la hubiese golpeado un mazo. Si bien el golpe no fue suficiente para echarla abajo, el estruendo bastó para destrozarme el sueño.
Me desperté desorientado, con un dolor atenazándome el cráneo. Lo único que supe al instante es que tenía malestar pero no percibía el resto. Me llevó un tiempo considerable entender que había amanecido en el sofá y que había mandado lejos el único propósito del año que no había mandado lejos: Mantenerme sobrio.
Había prometido alejarme del alcohol. Creo que estaba ebrio cuando lo hice.
El
Quienes sufrimos de sordera leve, detestamos dos cosas: los diálogos susurrados de las películas sin subtítulos y las llamadas telefónicas. El teléfono, en lugar del feliz invento que es, nos parece un trasto diabólico. Una güija con micrófono, auricular y botoncitos, mal sintonizada. Todas las llamadas parecen venir del más allá. Nosotros, imaginamos con horror el infierno: un lugar donde nadie te habla cara a cara sino desde la antípoda del sartén, con algo parecido a un walkie-talkie de baterías descargadas.
Aló, Kae.
¿Quié
Después de mucho tiempo la redacción del Horizonte volvía a estar completamente activa, y no es que en la ciudad ocurriesen cosas dignas de reseñarse en tabloide. En la ciudad no había nada que contar. Por eso comenzaron a inventar todo el contenido del diario. La gente, cansada de ver páginas con publicidad y avisos, se hizo cómplice y aceptó la iniciativa.
El de la idea fue Miguel Manzanares, porque inventar noticias era igual que componer crucigramas o los horóscopos sólo que metiendo más puntos y aparte y en tiempo pasado.
Los demás redactore
Los ahorros llegaron al mínimo. Cortaron el cable, el teléfono. Los del agua y los de la luz deben estar en camino.
Angélica hizo maletas y se fue. Me voy con mi madre. Una vaga no puede mantener a un vago, dijo.
Le debo a medio mundo. Me consuela saber que hay otra mitad. Repaso la lista: Hermanos, abuelos, ex novias. La mitad peligrosa. No sé que inventar. Se me acabaron las excusas.
Necesito hacer algo. Decido empezar por la sección de empleo del periódico.
Intento recordar en qué mitad del mundo está el de los diarios. Me pregunto si está en la mitad peligrosa o en la mitad, a la que
Tenía algún tiempo dándole vueltas al asunto. Calculando las posibilidades y los riesgos. Varias mañanas, muchas mañanas de domingo, dedicadas integras a sacudirme la resaca y a planear el atentado. Siempre con una taza de café humeante y el infernal zumbido del tinnitus como acompañante.
Al principio fue por buscarme algo complicado y divertido en que pensar. Algo que me entretuviera en esos ratos en los que el dolor de oídos era lo suficiente hijo de puta como para impedirme escuchar música, silbar, beber cosas frías, encender la tele. Y ni pensar en tocar la batería.
Para matar